Releer el silencio



Cuando una mirada mínima se convierte en un océano... Y puede sonar muy poético, catastrófico y exagerado. Lo sé... Pero la mayor parte del tiempo es así. 

Hay días en los que un gesto aparentemente insignificante se queda atrapado en mi cabeza durante horas. Un saludo que no llegó, un comentario que no supe interpretar, un feedback que sonó más ambiguo de lo que yo hubiera querido. La mayoría de las personas parece pasar por estas situaciones como quien aparta un mechón de pelo del rostro: rápido, casi sin pensarlo. Pero yo no. Yo me quedo ahí, como si mi mente fuera una lupa empeñada en analizar cada detalle de un enigma que, probablemente, ni siquiera existe.

Y todo porque comprando en una gran superficie, en el pasillo de los yogures una pareja de conocidos no me saludó. 
Nos volvimos a encontrar donde las rosquilletas y pude comprobar que sí me habían visto. Pero no fué hasta la tercera vez que nos cruzamos con el carro de la compra en direcciones opuestas,nque no entendí que ellos habían elegido ignorarme. 

Y como si una motosierra arrancara dentro de mí, mi cabeza empezó a analizar cada segundo que habíamos compartido anteriormente como para no saludarme ahora. Con intensidad, con asombro por pensar como no saludarme a mí que soy simpática y amable con todo el mundo. 


Últimamente me he dado cuenta de que esta forma de procesar lo social no es algo tan aislado como creía. Resulta que muchas personas adultas descubren, a cierta edad, que hay un patrón detrás de estas vueltas mentales, de esta sensibilidad al matiz extraño, de esta necesidad de revisar, reinterpretar y —a veces— dudar de uno mismo más de la cuenta. Y aunque todavía estoy en pleno proceso de valoración para saber si lo que me pasa tiene nombre, lo cierto es que escuchar a otros describir vivencias tan parecidas me ha hecho sentir menos solo dentro de mi propio caos ordenado.

No sé si será TDAH o simplemente una forma intensa de percibir el mundo, pero reconozco en mí esa tendencia a repensar el feedback social como si de él dependiera mi equilibrio emocional. Una escena mínima puede convertirse en un hilo del que tiro durante kilómetros. Me encuentro reconstruyendo conversaciones, releyendo silencios, intentando averiguar si lo que interpreté tiene alguna base real o si mi mente, una vez más, amplificó algo que para los demás apenas existió.

Lo curioso es que, cuanto más pienso en estas interacciones, más consciente me vuelvo de la importancia que tienen las decisiones pequeñas. Esas microdecisiones que moldean nuestras relaciones sin que nos demos cuenta: saludar o no saludar, acercarse o poner distancia, responder con calidez o con prisa, dejar algo pasar o abrir un diálogo. A veces me duele darme cuenta de que una persona no me devolvió un saludo, pero también aprendo que su gesto —o su ausencia— es tan responsabilidad suya como mis emociones son responsabilidad mía. Y entre esa mezcla de análisis y aceptación, encuentro un punto de calma.

He empezado a comprender que mi manera de revisar todo una y otra vez no es solo una carga: también es una herramienta. En ese desmenuzar lo que siento voy soltando lastre, diferenciando lo que sí me nutre de lo que no, entendiendo qué dinámicas se repiten y cuáles necesito cambiar. No es un proceso rápido ni terso, pero tiene algo profundamente honesto: me obliga a ajustar mis propias piezas, a mirar con lupa lo que a veces preferiría ignorar.

Y en ese ajuste constante, en ese ir y venir entre mis dudas y mis certezas, me doy cuenta de que estoy creciendo. No solo hacia afuera, sino hacia adentro, hacia esa versión de mí que aún estoy construyendo con paciencia, torpeza y claridad intermitente.

Porque, queramos o no, las piezas del puzzle que van apareciendo en nuestro tablero son las que elegimos para crear algo que tenga sentido para nosotros mismos. Algunas encajan, otras no; algunas llegan nítidas, otras requieren tiempo para entender dónde van. Pero todas, de una manera u otra, forman parte del proceso.

Y quizás eso sea lo más valioso de todo: saber que, incluso en medio de mis dudas y mis preguntas sin resolver, sigo avanzando hacia la persona que quiero llegar a ser.

Comentarios